29 de abril de 2024

Amazonas en peligro

Esta región alberga el bosque primario más grande del mundo con casi 700 millones de hectáreas en nueve países.

El Amazonas alberga el 30% de la diversidad biológica terrestre, y esta riqueza está amenazada por actividades como la explotación maderera, la construcción de carreteras, los incendios y el clareo y roturación de la selva para la ganadería y la agricultura, principalmente el cultivo de soja.

Desde la Cumbre de la Tierra en Río en 1992, la amazonía brasileña ha perdido más de 230,000 kilómetros cuadrados por actividades humanas, un área semejante a la mitad de la superficie de España. La deforestación y los incendios en el Amazonas son las principales fuentes de emisiones de CO2 en Brasil, contribuyendo de este modo al cambio climático, que a su vez aumenta el número de incendios.

El Amazonas tiene un importante papel en nuestro sistema climático y en el ciclo del agua, ya que almacena grandes cantidades de carbono, así como una gran cantidad del agua dulce del mundo. Una red fluvial de 100,000 kilómetros conforma la cuenca amazónica que depende de la existencia de la selva, porque el 50% de las precipitaciones en esta región se producen a causa de este sistema forestal. Un bosque con menor humedad es más vulnerable a los incendios. Al aumentar las emisiones de CO2 se contribuye más al cambio climático, este a su vez reduce la humedad de la selva haciéndola más susceptible a los incendios, que a su vez emiten más CO2 generando un devastador circulo vicioso. “El Amazonas es víctima y verdugo, contribuye al cambio climático por la deforestación y posteriormente sufre sus impactos. Se encuentra entre dos acontecimientos destructivos cuyos efectos se combinan, pudiendo llegar a convertir este impresionante bosque primario en praderas y desiertos si no se toman medidas para detener la deforestación y para combatir el cambio climático”, ha declarado Marcelo Furtado, director de campañas de Greenpeace Brasil desde la Cumbre de Cambio Climático.

Greenpeace demanda a los gobiernos actuar urgentemente para detener la deforestación y proteger la diversidad biológica de la tierra y a las poblaciones y culturas de las comunidades que viven en estos territorios. Los gobiernos deben acometer importantes reducciones de CO2 para salvar a los millones de personas que actualmente están amenazadas.

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