14 de mayo de 2024

Mundo Globalizado

El término estrés fue introducido en 1936 por Hans Seyle, quien lo observó primero en animales, con las dos reacciones que se producen ante un riesgo determinado: “luchar o huir”. Hoy, con los constantes adelantos tecnológicos que ocurren, que a veces no terminamos de asimilarlos cuando ya son obsoletos, el mundo globalizado ha traído consigo grandes paradojas.

A la par de que va en aumento la automatización de muchos procesos, existe también un ritmo frenético de actividad con jornadas laborales que sobrepasan las diez horas diarias y con niveles de tensión que hacen mella en el organismo de los que se consideran más resistentes.

Cuando este cansancio ya lleva varios meses “a cuestas”, se producen cambios a nivel mental y neurobiológico. En ese momento el estrés implica un progresivo agotamiento cuyo avance sigue varias etapas.

En la primera etapa, el estrés se manifiesta por una sensación de energía, común en la persona que ha sido recién contratada y que hace todo con entusiasmo (escoba nueva, barre bien). Y es en esas condiciones donde el sujeto sigue trabajando a presión sin tomarse el necesario descanso y hace de esa activación algo permanente.

En la segunda etapa del estrés, es donde surgen los primeros síntomas de cansancio físico. Baja también su motivación y lentamente cae su energía general y su capacidad de recordar hechos y datos. Falta de memoria, desmotivación familiar, etc.

Durante la tercera etapa comienza a surgir un franco decaimiento y aparecen trastornos en el dormir. El individuo debe tomar pastillas para poder conciliar el sueño, no puede dormir, sueña con el trabajo y trata, allí, de resolver sus problemas.

Generalmente hay dolor de cabeza y cualquier ruido o luz no deseada, molesta mucho exasperándolo. Ello, es un claro síntoma de que el sistema nervioso central está sobrepasado en su capacidad de soportar estímulos. Y es fácil presa de distintas enfermedades pues es todo el organismo que ya no resiste más.

Siempre decimos que un poco de estrés es bueno porque energiza; es malo cuando ese estrés se mantiene a niveles altos en forma constante.
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