12 de mayo de 2024

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Enseñar prevención a los niños


– Buscar la motivación especial para cada niño. No hay dos niños iguales. Lo que a uno le fascina hacer, al otro le molesta. Por lo tanto, hay que partir pidiéndoles que hagan lo que más les gusta. Con el tiempo se pasa a la actividad siguiente. Por ejemplo, lustrar los zapatos, ordenar la repisa, pasear al perro, barrer las hojas, poner la mesa.

– Los niños hacen lo que se espera de ellos. Si siempre hay alguien que haga el trabajo por ellos, no tendrán ninguna motivación para realizarlo, porque “total, mi mamá ordena”¦”. Al principio no lo harán en forma perfecta, pero hay que tener confianza y darles a ellos esa confianza de que lo podrán hacer bien con el tiempo. Lavar los platos, hacer la cama, colgar las toallas, ordenar el baño son cosas que deben aprender desde chicos.

– El mejor maestro es el ejemplo. Si pretendemos enseñarle a nuestro hijo algo que nunca aprendimos nosotros, debemos dar el primer paso haciendo un cambio en nosotros. Hacer un postre, cocinar un plato rico, arreglar un florero son cuestiones que nuestros hijos deben vernos hacer, para motivarse a aprenderlas.

– Nuestros hijos adquirirán responsabilidad en la medida en que nosotros seamos constantes y firmes, con paciencia, comprensión y valor. Chequear periódicamente que las actividades asumidas sean cumplidas. Aquí conviene tener un calendario del mes, marcar lo realizado y reforzarlo positivamente. Con puntajes, premios o lo que la familia acostumbre a dar.

– Los niños siempre están aprendiendo y los padres no siempre nos damos cuenta de que estamos enseñando. La mamá que no hace muchos deberes en casa y manda a sus hijos a realizarlos, crea sentimiento de impotencia. ¿Por qué ella me encarga trabajos que ella no es capaz de hacer? Se crea en los hijos una imagen de flojera y un sentimiento de injusticia: ella descansa en mí.

– La fuerza que sostiene la responsabilidad es el amor propio. Los niños tienen la capacidad de aceptar responsabilidades cuando aprenden a sentir estimación propia y satisfacción por su madurez y su individualidad. ¡Qué ordenada la lista del supermercado, no faltó nada! ¡Quedaron exquisitos los brownies! ¡Qué linda como está puesta la mesa!

Por Lic. Marisa Russomando, Psicóloga (MN) 23189

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