15 de mayo de 2024

Un proyecto perverso

Con profunda indignación y hasta vergüenza ajena es que he leído las notas publicadas en La Voz del Interior, sobre la mal llamada "desmanicomialización". Pero después de reflexionar, me he quedado muy tranquilo, porque tal proyecto perverso y maquiavélico no se podrá realizar nunca por varias razones, a saber: la imposibilidad fáctica de llevarlo a cabo, el fracaso rotundo de de los pocos que quisieron intentarlo y, principalmente, porque repugna a la conciencia humana basada en inquebrantables principios morales, éticos, filosóficos y religiosos de asilo al enfermo mental –abandonado a su (mala) suerte –, de sostén, de ayuda, de protección respecto de quienes tienen nuestra misma dignidad de seres humanos.

Los asilos u hospitales psiquiátricos (la palabra manicomio repugna por su sentido excluyente y denigrante) han existido, existen y existirán en todo el mundo, y cada vez en mayor cantidad, por el simple hecho de que siempre habrá enfermos crónicos e incurables.

Me siento plenamente autorizado para decir esto porque hace más de 50 años que ejerzo la psiquiatría asistencial en hospitales, sanatorios y consultorios de enfermos mentales de todo tipo asistiendo también a sus familiares desesperados y desolados. Durante 40 años trabajé en el Hospital Neuropsiquiátrico Provincial.

Una vez, vuelta la democracia, tuve la oportunidad de fundar y dirigir el primer Curso de Posgrado en Psiquiatría de la Universidad Nacional de Córdoba, dictando cuatro materias (Semiología, Clínica, Historia y Filosofía de la Psiquiatría). No soy un médico burócrata de escritorio.

Lo que dice la historia. Y es como profesor de Historia de la Psiquiatría que quiero recordar unos pocos pero paradigmáticos ejemplos del destino de esos intentos de perseguir a los enfermos mentales como inútiles, peligrosos y sobre todo, costosos (tal como lo destaca en enormes números el Ministro de Salud de la Provincia, dejando en evidencia que el interés de la "desmanicomialización" se circunscribe a lo puramente económico –más propio de contadores y de ministros de hacienda que de profesionales de la salud– cuando destaca que el costo de cada internado le representa a la Provincia entre 2.500 y 3.000 pesos por mes).

Durante la década de 1780, Francia, "gobernada" por Luis XVI y la costosísima reina María Antonieta, atravesaba una crisis económica y política final, signada por el despilfarro más descarado de los gobernantes y la miseria más atroz de su pueblo, en un marco de corrupción y desprecio por los derechos del hombre. Fue entonces cuando sus geniales consejeros decidieron la solución era cerrar los grandes hospitales. Así fue como consideraron debía hacerse con la Salpétrière, asilo de enfermos mentales y otros seres humanos desamparados. No pudo ser, pues en 1789 estalló la Revolución Francesa y Luis XVI y María Antonieta fueron guillotinados en 1793.

Fue entonces que el revolucionario democrático republicano Felipe Pinel (1745- 1826) padre de la psiquiatría moderna, médico de la Salpétrière, trabajó más de 30 años restaurando, modernizando, humanizando el devastado hospital e iniciando la enseñanza de la psiquiatría por primera vez en el mundo. En ella enseñó Charcot y aprendió Freud. La Salpétrière es hoy el centro más grande del mundo entero en todas las disciplinas médicas.

El máximo perseguidor y exterminador de enfermos mentales fue Adolfo Hitler (1889-1945), que en su delirio de pureza racial, de superioridad absoluta de lo ario-germánico del superhombre de Nietzsche, condenó a los hornos crematorios y cámaras de gas no sólo a los judíos, homosexuales y gitanos, sino también a los enfermos mentales inútiles para el trabajo esclavo del régimen nazi y a los niños débiles mentales. Y tampoco le faltó a Hitler un psiquiatra, profesor de psiquiatría, nada menos que de Heidelberg (¡!) Carl Schneider, el inventor del concepto de "arte degenerado", gestor del programa de exterminio de los enfermos mentales. No debemos confundirlo con el médico psiquiatra Kurt Schneider, quien a la caída del nazismo fuera elegido Rector Magnífico de la Universidad de Heidelberg, y que consultado una vez sobre quiénes eran los psicópatas, respondió: "Son aquellos a quienes en épocas normales nosotros les hacemos pericias psiquiátricas, y, en épocas anormales nos gobiernan a nosotros".

Los hospitales psiquiátricos europeos, Salpétrière, Charenton, Heidelberg, Bonneval, Bedlman, y muchos otros que sería demasiado extenso mencionar, cuentan con más de 100 años de existencia y algunos hasta varios cientos de años.

Sorprende así que al asilo colonia de Oliva, que data recién de 1908 y al Neuropsiquiátrico Provincial de 1891, ya los quieran destruir, demoler, arrasar y expulsar los enfermos a la calle (como sucedió en Italia) con el pretexto de la "desmanicomialización" y la hipócrita promesa de darles atención domiciliaria, jamás cumplida.

No debemos olvidar que también aquí en Córdoba, en el período del gobernador Ramón Bautista Mestre, se presentaron dos proyectos similares, a los que criticamos: uno, que se proponía reducir las calorías de la dieta alimentaria de los enfermos internados en el asilo colonia de Oliva, y otro un proyecto que consistía en cerrar el Hospital Neuropsiquiátrico Provincial y distribuir sus pacientes en servicios de psiquiatría a crearse en los otros hospitales provinciales, lo que motivó una concentración, un abrazo solidario al Neuro y una marcha pública. De más está decir que de esos "inteligentes" proyectos no se habló nunca más.

Un párrafo aparte merece recordar y reivindicar la figura ciclópea del médico psiquiatra Domingo Cabred (1859-1929), el gestor de la construcción del asilo colonia de Oliva, y de más de otros 20 hospitales psiquiátricos y regionales de otras enfermedades endémicas, a lo largo y ancho de toda la Argentina, entre 1900 y 1920. Entre ellos se destaca el de la Colonia Santa María de Punilla, que "se convirtió en símbolo del Estado que se hace cargo de sus ciudadanos".

Este insigne maestro de la psiquiatría, que fuera profesor de la especialidad en la Facultad de Medicina de Buenos Aires de 1893 a 1918, contó con el apoyo incondicional de Eliseo Cantón, médico y profesor universitario, interventor del gobierno de Córdoba en 1908.

Cuánto más podría decirse de este tema, pero sólo agregaré a modo de anhelo más profundo que tanto el asilo colonia de Oliva como la Colonia Santa María, instituciones que pertenecen de pleno derecho al patrimonio histórico nacional, sean conservados, modernizados y ampliados como monumentos vivientes de lo perennemente útil para servir a la salud del pueblo.

 

Por: Eduardo Luis Mahieu [Médico psiquiatra docente de posgrado]
Fuente:
LaVoz.com.ar

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