El estrés es un mecanismo natural, no se produce porque sí. La naturaleza tiene un uso para él y es la forma que tiene el organismo de protegerse. La naturaleza es sabia: nos prepara para luchar o huir. Si el individuo percibe que puede con la amenaza, la enfrenta y lucha. Si percibe que no puede, huye.
Vale decir que tener un cierto nivel de estrés es bueno; lo malo es cuando el estrés aumenta tanto que se nos hace incontrolable. Si la situación no se revierte, afecta el ritmo normal de vida y produce un desgaste excesivo del organismo.
Sería, más o menos, como un automóvil; mientras más “se pisa el acelerador”, el motor trabaja a más revoluciones, más rápidamente gastamos combustible y se nos deteriora el motor y hasta corremos el riesgo de chocar o darnos vuelta.
El estrés es una defensa natural del organismo que se encuentra dentro de nosotros mismos y que sirve para hacer frente a demandas de experiencias difíciles en nuestra vida diaria.
Podemos decir que el estrés es la respuesta del cuerpo a las influencias o exigencias externas o internas.
Hans Selye es el primero en introducir el concepto de que, en realidad, el estrés es una respuesta general del organismo ante un estímulo agobiador o situaciones de amenaza física.
Es un fenómeno que se presenta cuando las demandas de la vida se perciben demasiado difíciles.
La persona que lo sufre se siente ansiosa, tensa y en ocasiones percibe mayor rapidez en los latidos.
Es frecuente escuchar que si el estresado es un ejecutivo es porque está sometido a distintas presiones, si es estudiante es porque enfrenta exámenes o si es cualquier otra persona es porque “necesita estirar sus tiempos” a los fines de cumplir con sus deberes o obligaciones. Siempre se lo asocia a hechos negativos e interpretamos que debe evitarse.
Muchos lo llaman comúnmente, ansiedad, angustia, nervios, tensión pero son todos términos en los que podemos englobar generalmente el estrés.